No es una cuestión de supervivencia, pero me sentí como Anna lo hace en el libro, ese sentimiento de emoción y gratitud por sólo ser capaz de maravillarse por todo. —Pero, mientras tanto, Caroline se ponía cada día peor. Ella fue a su casa después de un tiempo y hubo momentos en los que pensé que podríamos tener, como, una relación regular, pero no pudimos, en realidad, porque ella no tenía filtro entre lo que pensaba y su discurso, lo que fue triste y desagradable y frecuentemente doloroso. Pero, quiero decir, no puedes
estar con una chica con tumor cerebral. Y yo les gustaba a sus padres, ella tiene este hermano pequeño que es un chico genial. Digo, ¿Cómo voy a estar con ella? Se está murie ndo . —Nos tomó siempre. Tomó casi un año, y fue un año de mí, saliendo con esta chica, quien, como que, acababa de empezar a reír de la nada y señalar mi prótesis y llamarme muñón. —No —dije. —Sí. Me refiero a que, era el tumor. Se comió su cerebro, ¿entiendes? O no era el tumor. No tenía manera de saberlo, porque eran inseparables, ella y el tumor. Pero a medida que se ponía más enferma, digo, ella repetía solamente las mismas historias y se reía de sus propios comentarios, incluso si ya había dicho lo mismo cientos de veces ese día. Así como, hacia la misma broma, una y otra vez, por semanas: “Gus tiene buenas piernas. Quiero decir, pierna”. Entonces se reía como una maniática. —Oh, Gus —dije—. Eso es… —No sabía qué decir. Él no me estaba mirando, y sentía invasivo de mi parte mirarlo. Lo sentí deslizarse hacia delante. Sacó el cigarrillo de su boca y lo observó, rodándolo entre el pulgar y el dedo índice, luego poniéndolo de nuevo. —Bueno —dijo—, para ser justos, te ng o una pierna genial. —Lo siento —dije—. Lo siento mucho. —Todo está bien, Grace Hazel. Pero para ser claros, cuando me pareció ver el fantasma de Caroline Mathers en el grupo de apoyo, no fui enteramente feliz. Estaba mirando fijamente, pero no era anhelo, si sabes a lo que me refiero. —Sacó el paquete de su bolsillo y colocó el cigarrillo en él. —Lo siento —dije de nuevo. —Yo también —dijo. —No quiero volver a hacer que te suceda eso —le dije. —Oh, no me importaría, Grace Hazel. Sería un privilegio para mí tener el corazón roto por ti.
Sería un privilegio para mí tener el corazón roto por ti.
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