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Okay?... Okay.


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La casa de Ana Frank

—Augustus Waters —dije, levantando la mirada hacia él, pensando que no puedes besar a alguien en la casa de Ana Frank, y luego pensando que Ana Frank, después de todo, besó a alguien en la casa de Ana Frank, y que probablemente no hay nada que le gustara más para su casa que ésta se convirtiera en un lugar en donde los jóvenes irreparablemente destrozados se hundieran en el amor. —Debo decir —dijo Otto Frank dijo en el video con su inglés acentuado—, que estaba muy sorprendido por los pensamientos profundos que tenía Ana. Y luego nos estábamos besando. Mi mano se soltó del carro de oxígeno y alcancé su cuello, y él me levantó por la cintura hasta la punta de mis pies. Mientras sus labios separados encontraban los míos, empecé a sentirme sin aliento en una nueva y fascinante manera. El espacio alrededor nuestro se evaporó, y por un raro momento de verdad me gustó mi cuerpo; ésta cosa arruinada por el cáncer que había pasado años arrastrando de repente pareció valer la pena, valer los tubos en el pecho y la línea PICC28 y la traición constante de los tumores en mi cuerpo. —Era una Ana bastante diferente de la que conocía como mi hija. Ella nunca mostró éste tipo de sentimiento interno —continúo Otto Frank. El beso duró para siempre mientras Otto Frank seguía hablando desde detrás de mí. —Y mi conclusión es —dijo—, ya que tenía una muy buena relación con mi hija, que la mayoría de los padres no conocen realmente a sus hijos. 

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Sería un privilegio para mí tener el corazón roto por ti.

No es una cuestión de supervivencia, pero me sentí como Anna lo hace en el libro, ese sentimiento de emoción y gratitud por sólo ser capaz de maravillarse por todo. —Pero, mientras tanto, Caroline se ponía cada día peor. Ella fue a su casa después de un tiempo y hubo momentos en los que pensé que podríamos tener, como, una relación regular, pero no pudimos, en realidad, porque ella no tenía filtro entre lo que pensaba y su discurso, lo que fue triste y desagradable y frecuentemente doloroso. Pero, quiero decir, no puedes
estar con una chica con tumor cerebral. Y yo les gustaba a sus padres, ella tiene este hermano pequeño que es un chico genial. Digo, ¿Cómo voy a estar con ella? Se está murie ndo . —Nos tomó siempre. Tomó casi un año, y fue un año de mí, saliendo con esta chica, quien, como que, acababa de empezar a reír de la nada y señalar mi prótesis y llamarme muñón. —No —dije. —Sí. Me refiero a que, era el tumor. Se comió su cerebro, ¿entiendes? O no era el tumor. No tenía manera de saberlo, porque eran inseparables, ella y el tumor. Pero a medida que se ponía más enferma, digo, ella repetía solamente las mismas historias y se reía de sus propios comentarios, incluso si ya había dicho lo mismo cientos de veces ese día. Así como, hacia la misma broma, una y otra vez, por semanas: “Gus tiene buenas piernas. Quiero decir, pierna”. Entonces se reía como una maniática. —Oh, Gus —dije—. Eso es… —No sabía qué decir. Él no me estaba mirando, y sentía invasivo de mi parte mirarlo. Lo sentí deslizarse hacia delante. Sacó el cigarrillo de su boca y lo observó, rodándolo entre el pulgar y el dedo índice, luego poniéndolo de nuevo. —Bueno —dijo—, para ser justos, te ng o una pierna genial. —Lo siento —dije—. Lo siento mucho. —Todo está bien, Grace Hazel. Pero para ser claros, cuando me pareció ver el fantasma de Caroline Mathers en el grupo de apoyo, no fui enteramente feliz. Estaba mirando fijamente, pero no era anhelo, si sabes a lo que me refiero. —Sacó el paquete de su bolsillo y colocó el cigarrillo en él. —Lo siento —dije de nuevo. —Yo también —dijo. —No quiero volver a hacer que te suceda eso —le dije. —Oh, no me importaría, Grace Hazel. Sería un privilegio para mí tener el corazón roto por ti.





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Estoy enamorado de ti...

—Estoy enamorado de ti —dijo tranquilamente. 
—Augustus —dije. —Lo estoy —dijo. Se estaba inclinando hacia mí, y podía ver las esquinas de sus ojos arrugándose—. Estoy enamorado de ti, y no estoy en el negocio de negarme el simple placer de decir cosas verdaderas. Estoy enamorado de ti, y sé que este amor es sólo un grito en el vacío, y este olvido es inevitable, y que estamos todos condenados y que vendrá un día cuando todo nuestro trabajo sea polvo, y sé que el sol se tragará la única tierra que alguna vez tendremos, y estoy enamorado de ti. —Augustus —dije de nuevo, no sabiendo que más decir. Sentía que todo se estaba elevando en mí, como que estaba ahogándome en esta extrañamente dolorosa alegría, pero no podía decirle algo a cambio. No podía decirle nada a cambio. Sólo lo miré y lo dejé mirarme hasta que asintió, labios fruncidos, y se dio la vuelta, descansando un costado de su cabeza contra la ventana.



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Escenas del trailer


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Escenas de la película♥


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Los columpios

—Hola —dije. 
—Hazel Grace —dijo él. 
—Hola —dije otra vez. 
—¿Estás llorando Hazel Grace? 
—¿Mas o menos? _______________________________________
21 To ys “R” Us: Tienda de juguetes.
_______________________________________

—¿Por qué? —preguntó. —Porque yo sólo… quiero ir a Ámsterdam, y quiero que me diga que pasa después de que el libro termina, y no quiero mi vida particular, además el cielo me está deprimiendo, y está este viejo juego de columpio que mi padre hizo para mí cuando era una niña. —Debo ver este viejo juego de columpio inmediatamente —dijo—. Llegaré en veinte minutos. Me quedé en el patio trasero porque mamá siempre estaba realmente sofocante y preocupada cuando estaba llorando, sobre todo porque no lloraba muy seguido, y sabía que ella querría ha b la r y discutir lo que sea que no considerara ajustado a mi medicación, el pensamiento completo de esa conversación me hacía querer vomitar. No es como si tuviera algún recuerdo totalmente conmovedor, o bien iluminado de un padre fuerte empujando a una niña saludable y la niña diciendo más  alto, más  alto, más  alto o algún otro resonante momento metafórico. El juego de columpio sólo estaba puesto ahí, abandonado, los dos pequeños columpios todavía colgando tristes desde un tablón de madera gris, el contorno de los asientos dibujados como la sonrisa de un niño. Detrás de mí, escuché la puerta de vidrio deslizante abrirse, me giré. Era Augustus, vistiendo unos pantalones caqui y una camisa manga corta a cuadros abotonada. Limpié mi cara con la manga y sonreí. —Hola —dije. Le tomó un segundo sentarse en la tierra cerca de mí, e hizo una mueca mientras aterrizó con muy poca gracia en su trasero. —Hola —dijo finalmente. Miré hacia él. Estaba mirando más allá de mí, a través del patio—. Veo tu punto —dijo mientras colocó un brazo alrededor de mi hombro—. Ese es un triste, maldito juego de columpio. Puse mi cabeza en su hombro. —Gracias por ofrecerte a venir.
—Te das cuenta que tratando de mantener tu distancia de mí no disminuirá mi afecto por ti —dijo. 
—¿Supongo? —dije. 
—Todos los esfuerzos para salvarme de ti fallarán —dijo él. —¿Por qué? ¿Por qué te gusto siquiera? ¿No has tenido suficiente de esto? —pregunté, pensando en Caroline Mathers. Gus no respondió. Él sólo se aferró a mí, sus dedos fuertes contra mi brazo izquierdo. 
—Vamos a hacer algo sobre este maldito juego de columpios —dijo él—. Te digo, es noventa por ciento parte del problema. Una vez que me recuperé, fuimos adentro y nos sentamos en el sofá uno al lado del otro, la laptop en su rodilla, falsa, y la otra mitad en la mía. 
—Caliente —dije por la base de la laptop. 
—¿Lo es ahora? —Él sonrío. Gus cargó este sitio llamado Free No Catch y juntos escribimos un anuncio. —¿Titulo? —preguntó él. 
—“Juego de columpios necesita hogar” —dije. —“Desesperado y solitario juego de columpios necesita un amoroso hogar” —dijo él. 
—“Solitario, vagamente pedófilo juego de columpios busca trasero de niños” —dije. Él se rio. 
—Ese es el por qué. —¿Qué? 
—Ese es el por qué me gustas, ¿Te das cuentas cuan extraño es encontrarse con una chica ardiente que crea un adjetivo de la palabra pedófilo? Estás tan ocupada siendo tú que no tienes idea cuan absolutamente sin precedente eres. Tomé un profundo respiro a través de mi nariz. Ahí nunca habría suficiente aire en el mundo, pero la falta era particularmente aguda en ese momento. Escribimos el anuncio junto, editando al otro mientras fuera necesario. Al final, concordamos con esto: “Desesperado y Solitario Juego de Columpios Necesita un Amoroso Hogar Un columpio, muy gastado, pero estructuralmente en buen estado , busca nuevo hogar. Haz recuerdos con tu hijo o hijos a sí algún día el, ella o ellos mirarán a través del patio con un dolor sentimental y tan desesperado como yo lo hice esta tarde. Todo es frágil y fugaz, querido lector, pero con este juego de columpio, tu hijo(os) serán introducidos a los altos y bajos de la vida humana gentilmente y de manera segura, quizás también aprendan la más importante lección de todas: No importa cuán duro golpees, no importa cuán alto llegues, no puedes ir todo el camino de vuelta. El juego de columpio reside cerca de la 83 Sp ring Mill” .




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The Fault in Our Stars - Troye Sivan (Subtitulada)


Canción de bajo la misma estrella (subtitulada)

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Okay..

Lo pensé. Mis besos —todos antes del diagnóstico— habían sido incómodos y sensibleros, hasta cierto punto siempre parecíamos niños jugando a ser mayores. Pero desde luego había pasado tiempo.
 —Hace años —dije por fin—. ¿Y tú? 
 —Me di unos cuantos buenos besos con mi ex novia, Caroline Mathers. 
 —¿Hace años? —El último fue hace menos de un año. 
—¿Qué pasó? —¿Mientras nos besábamos? 
 —No, contigo y con Caroline. 
 —Bueno… —me contestó. Y un segundo después—: Caroline ya no participa de la cualidad de ser persona. 
 —Vaya… —dije yo. 
 —Sí. —Lo siento —añadí. 
Había conocido a muchas personas que habían muerto, por supuesto, pero nunca había salido con ninguna de ellas. La verdad es que no podía ni imaginármelo. 
 —No es culpa tuya, Hazel Grace. Solo somos efectos colaterales, ¿verdad? 
 —«Percebes en el buque de la conciencia» —dije citando Un dolor imperial.
 —Sí. Me voy a dormir. Es casi la una. 
 —Bien —le contesté. 
 —Bien —me respondió.
 Me dio la risa tonta y repetí «Bien». La línea se quedó en silencio, pero no se cortó. Casi sentía que estaba en la habitación conmigo, pero mejor, porque ni yo estaba en mi habitación ni él en la suya, sino que estábamos juntos en algún lugar invisible e indeterminado al que solo podía llegarse por teléfono. 
—Bien —dijo después de una eternidad—. Quizá «bien» será nuestro «siempre».
 —Bien —añadí.

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El deseo de Hazel

—Te encantan los símbolos —le dije con la esperanza de orientar la conversación hacia los símbolos holandeses de nuestro picnic. 

—Tienes razón. Seguramente te preguntas por qué estás comiéndote un sándwich de queso malo y bebiéndote un zumo de naranja, y por qué llevo la camiseta de un holandés que jugaba a un deporte que he llegado a odiar. 
—Se me ha pasado por la cabeza —le contesté. 
—Hazel Grace, como muchos otros niños antes que tú, y te lo digo con todo el cariño, gastaste tu deseo deprisa y corriendo, sin plantearte las consecuencias. La Parca te miraba fijamente, y el miedo a morirte, junto con el deseo todavía en tu proverbial bolsillo, sin haberlo utilizado, te hizo precipitarte hacia el primer deseo que se te ocurrió, y, como muchos otros, elegiste los placeres fríos y artificiales de un parque temático. 
—La verdad es que me lo pasé muy bien en aquel viaje. Vi a Goofy y a Minnie… 
—¡Estoy en mitad de un discurso! Lo he escrito y me lo he aprendido de memoria, así que si me interrumpes, seguro que la cago —me cortó Augustus—. Te pido que te comas tu sándwich y que me escuches. 
El sándwich estaba tan seco que era incomestible, pero aun así sonreí y le di un mordisco. 
—Bien, ¿por dónde iba? 
—Por los placeres artificiales. 
Metió el cigarrillo en el paquete. 
—Sí, los placeres fríos y artificiales de un parque temático. Pero permíteme que te diga que los auténticos héroes de la fábrica de los deseos son losjóvenes que esperan, como Vladimir y Estragon esperan a Godot, y las buenas chicas cristianas esperan casarse. Estos jóvenes héroes esperan estoicamente y sin lamentarse a que se presente su verdadero deseo. Es cierto que podría no llegar nunca, pero al menos descansarán en su tumba sabiendo que han hecho su pequeña aportación para preservar la integridad de la idea de deseo. »Pero resulta que quizá el deseo sí se presenta. Quizá descubres que tu único y verdadero deseo es ir a ver al brillante Peter van Houten a su exilio en Amsterdam, y en ese caso sin duda te alegrarás de no haber gastado tu deseo. 
Augustus se quedó callado el tiempo suficiente para que imaginara que había terminado su discurso. 
—Pero yo sí que gasté mi deseo —le respondí. 
—Vaya… —me dijo. Y luego, después de lo que me pareció una pausa calculada, añadió—: Pero yo no he gastado el mío. 
—¿En serio? 
Me sorprendió que Augustus fuera un candidato a recibir un deseo, porque todavía iba al instituto y su cáncer había remitido hacía un año. Hay que estar muy enfermo para que los genios te concedan un deseo. 
—Me lo concedieron a cambio de la pierna —me explicó. 
El sol le daba en la cara. Tenía que entrecerrar los ojos para mirarme, lo que le hacía arrugar la nariz. Estaba guapísimo. 
—Pero no voy a regalarte mi deseo, no creas. A mí también me interesa conocer a Peter van Houten, y no tendría sentido conocerlo sin la chica que me recomendó su libro. 
—Claro que no. 
—Así que he hablado con los genios, y están totalmente de acuerdo. Me han dicho que Amsterdam es preciosa a principios de mayo. Me han propuesto que salgamos el 3 de mayo y volvamos el 7. 
—¿De verdad, Augustus? 
Se acercó, me tocó la mejilla y por un momento pensé que iba a besarme. Me puse tensa y creo que se dio cuenta, porque retiró la mano. 
—Augustus, no tienes que hacerlo, de verdad. 
—Claro que lo haré —me contestó—. He encontrado mi deseo. 
—Eres el mejor —le dije. 
—Apuesto a que se lo dices a todos los chicos que te financian los viajes internacionales —me contestó

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Isaac

—Le he dicho «siempre» hoy, varias veces, «siempre, siempre, siempre», pero ella seguía hablando sin decírmelo. Era como si ya me hubiera marchado, ¿sabes? «Siempre» era una promesa. ¿Cómo puedes romper una promesa y quedarte tan ancho? 

—A veces la gente no es consciente de lo que está prometiendo —añadí. 

Isaac me lanzó una mirada. 

—Vale, por supuesto, pero aun así mantienes la promesa. Eso es el amor. El amor es mantener las promesas pase lo que pase. ¿No crees en el amor verdadero? 

No contesté, porque no sabía qué contestar, pero pensé que si el amor verdadero existía, la suya era una buena definición. 

—Bueno…, yo creo en el amor verdadero —continuó Isaac—. Y la quiero. Y me lo prometió. Me prometió que sería para siempre. 

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Hazel y Augustus♥


Puse los ojos en blanco. 
—Lo digo en serio —añadió. 
—Ni siquiera me conoces —le dije. 
Cogí el libro del salpicadero. 
—¿Qué te parece si te llamo cuando lo haya leído? —le pregunté. 
—No tienes mi número de teléfono. 
—Tengo la firme sospecha de que lo has anotado en el libro. 
Sonrió de oreja a oreja. 
—Y luego dices que no nos conocemos…

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Metáfora de Augustus Waters



Augustus Waters se metió la mano en un bolsillo y sacó un paquete de cigarrillos, nada menos. Lo abrió y se colocó un cigarrillo entre los labios.
—¿Estás loco? —le pregunté—. ¿Te crees muy enrollado? Vaya, ya has mandado la historia a la mierda.
—¿Qué historia? —me preguntó volviéndose hacia mí muy serio.
El cigarrillo, sin encender, colgaba de la comisura de sus labios.
—La historia de un chico que no es feo, ni tonto, ni parece tener nada malo, que me mira, me señala usos incorrectos de la literalidad, me compara con una actriz y me pide que vaya a ver una película a su casa. Pero, claro, siempre tiene que haber una hamartía, joder, y la tuya es que, aunque TIENES UN PUTO CÁNCER, das dinero a una empresa a cambio de la posibilidad de tener MÁS CÁNCER, joder. Te aseguro que no poder respirar es una PUTA MIERDA. Totalmente frustrante. Totalmente.

—¿Una hamartía? —me preguntó.
El cigarrillo, todavía entre sus labios, le tensaba la mandíbula. Desgraciadamente, tenía una mandíbula preciosa.
—Un error fatal —le aclaré apartándome de él.
Me dirigí hacia el bordillo de la acera y dejé a Augustus detrás de mí. En ese momento oí que un coche arrancaba al final de la calle. Era mi madre. Fijo que había estado esperando a que hiciera amigos.
Sentía crecer en mí una extraña mezcla de decepción y cabreo. La verdad es que ni siquiera sabía lo que sentía, solo que era muy fuerte, y quería dar un guantazo a Augustus Waters y también cambiarme los pulmones por otros que no pasaran olímpicamente de ser pulmones. Estaba en el bordillo de la acera con mis Converse, los grilletes en forma de bombona de oxígeno en el carrito, a mi lado, y en cuanto mi madre se acercó, sentí que me cogían de la mano.
Me solté, pero me giré hacia él.
—Los cigarrillos no te matan si no los enciendes —me dijo mientras mi madre se acercaba al bordillo—. Y nunca he encendido ninguno. Mira, es una metáfora: te colocas el arma asesina entre los dientes, pero no le concedes el poder de matarte.
—Una metáfora —añadí dudando.
Mi madre estaba ya esperándome.
—Una metáfora —me repitió.
—Decides lo que haces en función de su connotación metafórica… —le contesté.
—Por supuesto —me contestó con una sonrisa de tonto, de oreja a oreja—. Soy un gran aficionado a las metáforas, Hazel Grace.

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Opinión de un lector


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John Green

Nacimiento: 24 de agosto de 1977, Indianpolis, Indiana Estados Unidos
Ocupación: Novelista, escritor de literatura Juvenil y vlogger en YouTube, es mayormente reconocido por su libro Bajo la misma estrella.
Nacionalidad: Estados Unidos
Descendencia: Henry Green, Alice Green

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Sinopsis del libro

Pese al milagro médico de reducción de tumor que le ha comprado unos cuantos años, Hazel nunca ha sido otra cosa que una paciente terminal, su ultimo capitulo inscrito en su diagnóstico. Pero cuando un maravilloso giro inesperado llamado Augustus Waters aparece repentinamente en el Grupo de Apoyo a Niños con Cáncer, la historia de Hazel esta a punto de ser reescrita completamente.
Perspicaz, audaz, irreverente y cruda, Bajo la Misma Estrella es el trabajo mas ambicioso y desgarrador del galardonado autor John Green, explora brillantemente la diversión, emoción y tragedia de estar vivo y enamorado.

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