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El deseo de Hazel

—Te encantan los símbolos —le dije con la esperanza de orientar la conversación hacia los símbolos holandeses de nuestro picnic. 

—Tienes razón. Seguramente te preguntas por qué estás comiéndote un sándwich de queso malo y bebiéndote un zumo de naranja, y por qué llevo la camiseta de un holandés que jugaba a un deporte que he llegado a odiar. 
—Se me ha pasado por la cabeza —le contesté. 
—Hazel Grace, como muchos otros niños antes que tú, y te lo digo con todo el cariño, gastaste tu deseo deprisa y corriendo, sin plantearte las consecuencias. La Parca te miraba fijamente, y el miedo a morirte, junto con el deseo todavía en tu proverbial bolsillo, sin haberlo utilizado, te hizo precipitarte hacia el primer deseo que se te ocurrió, y, como muchos otros, elegiste los placeres fríos y artificiales de un parque temático. 
—La verdad es que me lo pasé muy bien en aquel viaje. Vi a Goofy y a Minnie… 
—¡Estoy en mitad de un discurso! Lo he escrito y me lo he aprendido de memoria, así que si me interrumpes, seguro que la cago —me cortó Augustus—. Te pido que te comas tu sándwich y que me escuches. 
El sándwich estaba tan seco que era incomestible, pero aun así sonreí y le di un mordisco. 
—Bien, ¿por dónde iba? 
—Por los placeres artificiales. 
Metió el cigarrillo en el paquete. 
—Sí, los placeres fríos y artificiales de un parque temático. Pero permíteme que te diga que los auténticos héroes de la fábrica de los deseos son losjóvenes que esperan, como Vladimir y Estragon esperan a Godot, y las buenas chicas cristianas esperan casarse. Estos jóvenes héroes esperan estoicamente y sin lamentarse a que se presente su verdadero deseo. Es cierto que podría no llegar nunca, pero al menos descansarán en su tumba sabiendo que han hecho su pequeña aportación para preservar la integridad de la idea de deseo. »Pero resulta que quizá el deseo sí se presenta. Quizá descubres que tu único y verdadero deseo es ir a ver al brillante Peter van Houten a su exilio en Amsterdam, y en ese caso sin duda te alegrarás de no haber gastado tu deseo. 
Augustus se quedó callado el tiempo suficiente para que imaginara que había terminado su discurso. 
—Pero yo sí que gasté mi deseo —le respondí. 
—Vaya… —me dijo. Y luego, después de lo que me pareció una pausa calculada, añadió—: Pero yo no he gastado el mío. 
—¿En serio? 
Me sorprendió que Augustus fuera un candidato a recibir un deseo, porque todavía iba al instituto y su cáncer había remitido hacía un año. Hay que estar muy enfermo para que los genios te concedan un deseo. 
—Me lo concedieron a cambio de la pierna —me explicó. 
El sol le daba en la cara. Tenía que entrecerrar los ojos para mirarme, lo que le hacía arrugar la nariz. Estaba guapísimo. 
—Pero no voy a regalarte mi deseo, no creas. A mí también me interesa conocer a Peter van Houten, y no tendría sentido conocerlo sin la chica que me recomendó su libro. 
—Claro que no. 
—Así que he hablado con los genios, y están totalmente de acuerdo. Me han dicho que Amsterdam es preciosa a principios de mayo. Me han propuesto que salgamos el 3 de mayo y volvamos el 7. 
—¿De verdad, Augustus? 
Se acercó, me tocó la mejilla y por un momento pensé que iba a besarme. Me puse tensa y creo que se dio cuenta, porque retiró la mano. 
—Augustus, no tienes que hacerlo, de verdad. 
—Claro que lo haré —me contestó—. He encontrado mi deseo. 
—Eres el mejor —le dije. 
—Apuesto a que se lo dices a todos los chicos que te financian los viajes internacionales —me contestó

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1 comentarios:

Unknown dijo...

Es la primera vez que veo esta pelicula, y la verdad me gusto tanto, que tengo pensado comprar el libro.

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