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Isaac

—Le he dicho «siempre» hoy, varias veces, «siempre, siempre, siempre», pero ella seguía hablando sin decírmelo. Era como si ya me hubiera marchado, ¿sabes? «Siempre» era una promesa. ¿Cómo puedes romper una promesa y quedarte tan ancho? 

—A veces la gente no es consciente de lo que está prometiendo —añadí. 

Isaac me lanzó una mirada. 

—Vale, por supuesto, pero aun así mantienes la promesa. Eso es el amor. El amor es mantener las promesas pase lo que pase. ¿No crees en el amor verdadero? 

No contesté, porque no sabía qué contestar, pero pensé que si el amor verdadero existía, la suya era una buena definición. 

—Bueno…, yo creo en el amor verdadero —continuó Isaac—. Y la quiero. Y me lo prometió. Me prometió que sería para siempre. 

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